La inesperada caída de la extrema derecha en Polonia

Se palpaba un notable escepticismo en Bruselas y otras capitales europeas. Los precedentes del último año en los llamados sistemas híbridos (“illiberal democracies”, en inglés), es decir, a medio camino entre la democracia y la dictadura, no eran halagüeños. En Hungría, Viktor Orban arrasó, y en Turquía, Erdogan fue reelegido superando todo tipo de adversidades: una gravísima crisis económica, una nefasta gestión de un mortífero terremoto, etc. Además, la extrema derecha parecía navegar con el viento a favor en toda Europa: le aupó al poder en Italia, Finlandia, Suecia, e incluso a ganar elecciones locales en Alemania.

Para la Unión Europea, las elecciones generales en Polonia del pasado domingo eran, sin duda, las más importantes de este 2023. Con casi 40 millones de habitantes, es el quinto Estado de la Unión, y su relevancia ha aumentado con el desplazamiento del centro de gravedad hacia el Este provocado por la guerra de Ucrania. Además, ha sido gobernada durante los últimos ocho años por un partido, Ley y Justicia, de extrema derecha, cuya deriva autoritaria ha llevado al secuestro partidista de las todas instituciones del Estado y a un choque constante con Bruselas. Sin embargo, las elecciones no despertaron un gran interés en la prensa europea. Seguramente, porque se vieron eclipsadas por la guerra de Gaza. Pero no fue el único motivo.

Sin embargo, la ola ultraconservadora se estrelló en el lugar más inesperado: uno sus principales baluartes, la católica Polonia. La alianza tripartita opositora, liderada por el exprimer ministro Donald Tusk, logró una amplia victoria que no había augurado ninguna encuesta. La suma de los 157 diputados de la Coalición Cívica de Tusk, de centroderecha liberal, los 65 de la Tercera Vía, de centro, y los 26 de Nowa Lewica, la izquierda tradicional, alcanza los 248 diputados, por encima del umbral mágico de los 230 en el Sejm, la Cámara Baja polaca. Antes de los comicios, los tres partidos ya habían anunciado su voluntad de formar un Gobierno tripartito de coalición, e incluso presentaban listas conjuntas al Senado, donde arrasaron con 66 escaños de un total de 100.

Por su parte, Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), logró el consuelo de ser el partido más votado, con el 35% de los sufragios y 197 diputados. Ahora bien, su caída respecto a las elecciones de 2019 es notable, pues entonces superó el 43% y los 235 diputados. Su único posible socio, Konfederacja, se quedó con solo un 7% y 18 diputados, lejos de sus mejores expectativas. Esta formación comparte con el PiS su xenofobia y conservadurismo moral, pero discrepa de su política económica. Mientras el PiS es estatista y ha regado de subvenciones a los sectores sociales que lo apoyan, Konferacja es radicalmente neoliberal.

Participación y cambio social

¿Qué explica el inesperado vuelco político en Polonia? En primer lugar, la movilización de sectores de la población tradicionalmente abstencionistas. La participación se elevó hasta el 74%, un récord histórico, que superó en 13 puntos la cifra de 2019, y en 23 la de 2015. A la espera de encuestas post-electorales que permitan una fina disección, una hipótesis plausible es que la movilización del voto joven y femenino fue decisivo para la oposición. 

Tras un reciente cambio legal, el país centroeuropeo cuenta con una de las legislaciones sobre el aborto más restrictivas de todo el continente, pues la interrupción del embarazo es ilegal con contadas excepciones, como el peligro para la salud de la madre. Los abortos legales practidos en el país pasaron de 1.076 en 2020 a 107 en 2021.

La mayoría absoluta de un partido ultraconservador como el PiS había ocultado una corriente de fondo en la sociedad polaca hacia una mayor secularización. La cifra de personas que acuden cada domingo a la iglesia ha ido cayendo progresivamente, y en algunos estudios apenas supera el 30%, lejos del 50% de principios de los noventa. Eso se ha traducido en opiniones más liberales en asuntos como el aborto o las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Actualmente, un 66% de la población apoya permitir el aborto durante las 12 primeras semanas del embarazo, y más de un 40% respalda las uniones homosexuales, lo que representa un crecimiento de más de diez puntos en una década.

En conversaciones con polacos de edades e ideologías diversas, aparecía a menudo una crítica feroz a la entrada de manera muy directa de la Iglesia en política, y sobre todo,  su estrecha alianza con el PiS. Y todo ello, en un contexto en el que la Iglesia polacs ha sido protagonista de diversos escándalos sexuales. El último, en plena campaña, giró alrededor de una orgía con varios párrocos en un recinto eclesiástico en el que un trabajador sexual perdió el conocimiento y le fue negada la asistencia sanitaria. Es curioso como, incluso en sociedades conservadoras de contextos culturales muy diferentes, desde Polonia a Irán. el matrimonio entre religión y política acaba acelerando la secularización de una parte de la sociedad,

Evidentemente, la imposición de una moral estricta desde el poder no fue el único factor que explica el fuerte sentimiento antigubernamental que se generó durante los últimos años en Polonia. No se puede ignorar el impacto de una elevada inflación, de los repetidos escándalos de corrupción del Gobierno y de sus prácticas clientelistas, o el hartazgo respecto algunas de sus políticas y de su estrategia basada en la crispación continua de la sociedad.

¿Un sistema híbrido imperfecto?

Una de las explicaciones de la inesperada caída del PiS podría residir  en que no fue capaz, quizás por falta de tiempo, de crear una “dictadura electoral” tan perfeccionada como la turca o la húngara. En ambos casos, el control de los medios de comunicación, tanto públicos como privados, es casi absoluto. En Polonia, en cambio, existe una mayor pluralidad informativa en el ámbito privado, como demuestra el hecho de que el periódico de referencia del país, Gazeta Wyborcza es de tendencia opositora. Eso hace posible agujerear el relato que se elabora desde el poder, sobre todo si no es muy convincente, y evitar que pueda silenciar sus escándalos o errores.

Además, al régimen del PiS le ha faltado un líder carismático que despierte una adhesión emocional e incondicional entre una parte del electorado, cosa que si sucede con personajes como Viktor Orban o Erdogan. El líder absoluto del PiS, Jaroslaw Kaczynski, es un personaje huraño que prefiere mover los hilos detrás de las bambalinas, razón por la que el primer ministro es Tadeusz Morawiecki, com un perfil  tecnócrata y surgido del mundo de las finanzas. 

Encima, su relato para estas elecciones no fue sólido. En un primer momento, recurrió a la misma estrategia que tan bien le funcionó en 2015: azuzar los miedos ante una “invasión de migrantes de Oriente Medio”. Para ello, convocó un referéndum el mismo dia de las elecciones en el que, de las cuatro preguntas, dos estaban relacionadas con la migración y su redacción era tendenciosa. Sin embargo, el tiro le salió por la culata cuando. Un mes antes de las elecciones, se destapó un escándalo por la concesión de miles de visados de trabajo a trabajadores extracomunitarios a cambio de miles de euros en algunas embajadas polacas. La oposición no desaprovechó la ocasión, y martilleó al Gobierno acusándolo de hipócrita. Tanto los partidos como una parte de la sociedad civil hicieron una exitosa campaña de boicto el referéndum, cuya participación fue solo del 40%, por debajo del umbral del 50% necesario para que fuera vinculante. 

En último tramo de campaña, el PiS redirigió el núcleo de su estrategia para explotar el sentimiento anti-alemán de los sectores nacionalistas de la sociedad, reabriendo la cuestión de las reparaciones de la II Guerra Mundial para exigir a Berlín 1.3 billones de euros (una cifra parecida al PIB anual español) y acusando a Tusk de ser un “traidor” y un “agente alemán”. Sus pruebas eran bastante débiles, por no decir ridículas: el abuelo de Tusk había luchado con los nazis -fue reclutado por la fuerza en la Gdansk ocupada-, habla alemán y durante su periodo como primer ministro tuvo una relación cordial con la cancillera Angela Merkel. 

Por si estos argumentos no colaban, algunos días se incidía en la acusación de que Tusk era también un agente de Putin. Conclusión: no basta con dominar el panorama mediático, hay que saber construir un buen relato. Incluso uno de los periodistas más conocido de la televisión pública polaca ha reconocido tras las elecciones que “nuestra propaganda fue peor que bajo el comunismo”.

El arduo camino de la “nueva Polonia”

Una buena noticia para la oposición es que no solo ganó, sino que lo hizo de forma contundente (superó el 54% en voto popular) y cuenta con un mandato claro para aplicar cambios sustanciales. No obstante, llevarlo a la práctica no le será fácil. Para empezar, porque es de esperar que todas las instituciones del Estado dominadas por el PiS adopten una actitud obstruccionista, empezando por el presidente, Andrzej Duda, con capacidad de vetar leyes, y siguiendo por el Tribunal Constitucional. Al Gobierno le surgirá pronto un dilema moral: ¿el fin, recuperar la independencia de las instituciones, justifica medios como saltarse algunas reglas o principios democráticos? Al no haber precedentes recientes, no existe una hoja de ruta sobre cómo devolver un país a la senda democrática tras el establecimiento de un sistema semi-autoritario.

El otro reto para el nuevo Gobierno será no extralimitarse en su mandato. La Polonia conservadora y nacionalista de ayer no ha desaparecido. De hecho, aunque el Ejecutivo no lograra que el referéndum fuera legalmente vinculante,su posición fue la ganadora en términos absolutos: un 52% de los electores votó a favor de sus tesis, frente a un 48% que lo hizo en contra o se abstuvo. Por lo tanto, un número significativo de aquellos que votaron a partidos opositores -casi un 10%- apoyaron al Gobierno en la cuestión migratoria. Dicho esto, vista la tendencia de los grandes partidos europeos a adoptar posiciones cada vez más derechistas en la cuestión migratoria, tampoco debería ser extremadamente difícil para Tusk poder sumarse al consenso comunitario sin soliviantar a sus votantes con posturas más conservadoras en este tema.

Artículo publicado en Contexto el día 22-10-2023

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