¿Cuáles son las claves detrás de la ofensiva de Hamás en Israel?

Desde que Hamás ganó las elecciones en Palestina y se hizo con el control de Gaza en 2006, se han sucedido los conflictos violentos con Israel, que normalmente han consistido en un desigual intercambio de bombardeos concluidos con una precaria tregua. Sin embargo, la operación militar de la pasada madrugrada lanzada por la milicia islamista es de una envergadura sin precedentes en la historia reciente. Sin duda, es el mayor ataque perpetrado por una milicia palestina desde la guerra de 1948.

Uno de los aspectos más sorprendentes de la actual situación es el enorme fracaso de la inteligencia israelí, pues el ataque parece haber cogido completamente por sorpresa al Ejército hebreo. Durante las últimas décadas, los servicios israelíes habían conseguido una penetración remarcable en el movimiento nacional palestino, lo que les había permitido asesinar a sus líderes militares en cualquier parte del territorio palestino, a menudo a través de sofisticadas operaciones. Teniendo en cuenta la cantidad de efectivos implicados, y su consiguiente dificultad logística, es un hecho destacable que el gobierno de Israel no pareciera tener ningún aviso previo.

La principal pregunta que suscita esta nueva guerra -esta es la expresión que ha utilizado el primer ministro Benjamin Netanyahu- es por qué Hamás decide lanzarla en este momento? Hasta ahora, el razonamiento dominante entre los expertos era que Hamás no estaba interesado en un nuevo conflicto bélico con Israel después de que los últimos se hubieran saldado con un elevado precio en término de víctimas y destrucción material para la parte palestina. El último estallido violento en el que se vio implicado Hamás fue en primavera de 2021.

El ala militar de Hamas dijo que el ataque sorpresa del sábado contra Israel fue una operación “en defensa de la Mezquita de Aqsa”, invocando una disputa en torno a un lugar sagrado tanto para musulmanes como para judíos y que se encuentra entre los más profundamente disputado en tierra santa. Recientemente, Israel ha querido cambiar las reglas sobre el acceso al recinto.

Ahora bien, un ataque tan sofisticado no se ha planeado en cuestión de días o semanas, por lo que no parece esta sea la verdadera motivación. A menudo, los contendientes en una guerra no las revelan públicamente, sino que ofrecen las justificaciones que más les convienen para expandir sus apoyos. En este caso, puede ser una forma de apelar al respaldo de algunos países musulmanes, y sobre todo, sus opiniones públicas.

Probablemente, uno los principales factores explicativos tiene que ver con las negociaciones entre el Gobierno israelí y Arabia Saudita para establecer relaciones diplomáticas. Con un Egipto disminuido por su maltrecha economía, Riad es ahora el Estado árabe más poderoso e influyente, una dinámica que se ha reflejado en las últimas cumbres de la Liga Árabe. Además, como guardián de los lugares sagrados del islam de La Meca y Medina, Arabia Saudí goza de una posición simbólica para el conjunto del mundo islámico.

Por eso, una normalización de las relaciones diplomáticas entre Tel Aviv y Riad con la mediación de Washington constituiría un importante cambio en la ecuación del conflicto entre palestinos e israelíes. Un acuerdo con Riad sería muchos más importante que los firmados por Marruecos o incluso Emiratos Árabes, ya que abriría las puertas a que cualquier país musulmán pudiera hacer lo mismo, dando una estocada quizás definitiva a las ya desvaídas esperanzas de los palestinos de contar con un Estado propio.

A esta causa coyuntural cabe añadir otras de tipo estructural que ayudan a explicar la decisión de Hamás: los más de 15 años de severo bloqueo que padece la franja de Gaza, y que la han convertido en una prisión a cielo abierto con unos índices de desarrollo humano deplorables; la nula voluntad de los sucesivos Gobiernos israelíes de retomar el proceso de paz y hacer cualquier tipo de concesión a los palestinos; y la progresiva expansión de los asentamientos judíos en Cisjordania, con las consiguientes humillaciones diarias para la población palestina. 

De hecho, este año ha sido el más mortífero y con diferencia en la zona por los repetidos enfrentamientos en Cisjordania, sobre todo entre la población palestina y colonos. En concreto, han muerto más de 200 palestinos y 30 israelíes. Sin este contexto, no se puede entender la actual guerra. El ascenso al poder de la extrema derecha israelí hace casi un año gracias a su coalición con Netanyahu, ha inflamado un conflicto que llevaba años pudriéndose, pero sin provocar ninguna gran conflagración bélica.

La actual ofensiva no atesora garantía alguna de que nada de esto cambiará. Tampoco lograron ese objetivo las ofensivas anteriores, aunque fueran de menor alcance, si bien es cierto que ahora Hamás tendrá una carta mucho más valiosa: las decenas de civiles y militares que ha capturado. Un portavoz de Hamás ha llegado a declarar que les permitirán lograr la liberación de los centenares de presos palestinos que languidecen en las cárceles israelíes. De momento, lo único seguro es que la respuesta israelí será despiadada, y probablemente, excesiva. No obstante, ante una dinámica que llevaba a una derrota segura y dolorosa, cualquier intento de cambiar la ecuación tiene su lógica. Aunque esta sea una lógica desesperada.

Durante las próximas horas, habrá que estar atento a la reacción de Hezbolá, aunque la descomunal crisis económica y social del Líbano no permite a Hamás abrigar demasiadas expectativas. Una de las grandes dudas sobre la ofensiva de hoy es si estuvo coordinada con los aliados regionales de Hamàs, especialmente Irán.

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